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Es de suma importancia el reconocimiento del Trastorno por déficit de atención -TDAH por sus siglas- en los niños. Éste es un padecimiento del neurodesarrollo de origen neurobiológico con una carga genética determinante que afecta tanto las funciones normales de algunos neutrotransmisores cerebrales -como dopamina, serotonina, noradrenalina, etc.- así como la neurofisiología de estructuras cerebrales, que tiene que ver con funciones cognitivas, afectivas y de la coordinación motora y del movimiento.

La frecuencia o la incidencia exacta no se conocen, pero en algunos estudios oscila hasta en un 10 a 15% en la infancia. Es común entonces que al hacer la historia clínica se encuentre que alguno de los padres diga que “así era yo de niño”. Una evaluación neuropsiquiátrica bien realizada puede llevar al diagnóstico cuando sea el caso, deben descartarse otros tipos de padecimientos neuropsiquiátricos como epilepsia, ansiedad, depresión, disfunción familiar y otras enfermedades del neurodesarrollo.

Por supuesto que no se debe de confundir con los niños activos y que suelen ser más estimulados que otros, razón por la cual muestran más energía y actividad física y mental, o bien, niños con capacidades sobresalientes.

Las tres áreas que se ven afectadas en el TDAH son atención, hiperactividad e impulsividad. Algunos niños pueden tener sólo déficit de atención, en otros casos sobresale la hiperactividad y en la mayoría de los casos son de tipo mixto: atención, impulsividad e hiperactividad.

Del tipo inatento: se distraen con facilidad, parecen no oír las indicaciones, dificultad en organizar sus tareas o actividades, dificultad en hacer actividades que impliquen esfuerzo, olvidan o pierden sus objetos e incapacidad para mantener atención en los detalles o tendencia a cometer errores en las tareas escolares.

De tipo hiperactivo – impulsivo son: dificultad para estar en su asiento, dificultad para jugar tranquilamente, hablar en exceso y atropellado, movimientos o gestos repetitivos, tendencia a correr o trepar en exceso, responden sin escuchar de forma impulsiva, dificultad para esperar su turno y tendencia a interrumpir o inmiscuirse.

De tipo mixto: se refiere a la combinación de las dos anteriores y es la más frecuente.

Existen también los casos en los que están asociados problemas de ansiedad o depresión, frecuentemente secundarios a las complicaciones que sufren muchos de estos niños porque en su entorno escolar o familiar suelen ser etiquetados como niños “rebeldes intratables” e incluso hasta como incapaces, lo que afecta su autoestima y aprendizaje. Obviamente no tiene que presentar todos los síntomas sino más bien que el trastorno les genere disfunción y retraso escolar, social y familiar.

Ante la duda es conveniente consultar con el especialista para su diagnóstico y tratamiento oportuno e integral.